Día de campo, cordero hecho al fuego de leña de encina y un chorizo de Zamora para el recuerdo. La vuelta, lenta, con el campo cercando a la luna.
América y otros relatos, de mi admirado Schnitzler, inicia el mes.
" La conocí en un baile de máscaras pasada la medianoche. Me habían gustado sus ojos serenos e inteligentes y el traje azul marino que vestía. No estaba disfrazada, no ocultaba en absoluto su verdadera naturaleza. Pertenecía a la categoría de las fulanas sinceras, y ni siquiera en el revuelo de máscaras que tanto incita a todas las mujeres a hacer comedia tenía ninguna necesidad histriónica. Eso me resultó refrescante, pues me sentía bastante harto y asqueado de esa trivial farsa carnavalesca que me rodeaba.
Era de una inteligencia insólita, su manera de hablar y sus movimientos indicaban que procedía de una clase social elevada. En su caso se imponía particularmente esa pregunta que tantas veces se les suele formular a mujeres de su laya- y a la que siempre acaban respondiendo con la misma trillada historia- de cómo es que han ido a parar en eso. Pero los ojos inteligentes de esta me hicieron pensar que oiría algo distinto, razón por la cual me quedé con ella.
Amanecía ya cuando, un poco achispados por el champán, tomamos un coche de punto para dirigirnos al Prater. Era una noche de marzo extrañamente plácida. En determinados momentos me parecía que recostado en mi hombro iba un ser que yo conocía desde hace tiempo y al que le tenía mucho cariño. Me sentía bien a su lado, y no cruzamos palabra durante bastante rato... "
Arthur Schnitzler ( 1862-1931 )
( Foto de autor desconocido )
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