" Dardos fallidos " y té helado con cardamomo.
" Más que ser conocido, lo que pesa de vivir en una pequeña ciudad es conocer a los demás "
Diario de un rondeño en el destierro.
Cinco días en Zamora. Ciudad maravillosa. Románico que emociona. Los zamoranos, sus detalles, su señorío. La colegiata de Toro y el deslumbramiento. Y un vino de nombre "La sonrisa del nómada " que me hizo casi levitar.
" ... Pero hoy, ir aún a la iglesia de Toro, de color amarillo barro, donde él siguió con los ojos las flechas, las llaves y los círculos que los canteros grabaron en los sillares. Luego al bar Alegría, en la Plaza Mayor, donde en el momento de entrar estaba allí ya la copa de vino para él (... ) Luego al cine Imperio (... ) Después de la película, que él no terminó de ver, ya la noche, con el murmullo del río Duero, subiendo de sus profundidades, atravesando la ciudad... "
Peter Handke.
( Foto de autor desconocido )
Descubro viejos libros sobre Zamora que tenía olvidados en mi biblioteca. Preparo el viaje y me emociono. El románico y los recuerdos.
Con un té helado, versos.
Polibio y sus metáforas. Siempre los clásicos.
“Unos pretenden continuar la travesía, mientras que otros presionan al capitán para echar el ancla, estos sueltan velas y aquellos se lo impiden. No solo se produce un espectáculo vergonzoso, sino que esta situación se convierte en un peligro para el resto de los pasajeros. A menudo, tras escapar de las tormentas más fieras naufragan en puerto”
Polibio ( 209 a.C-122 a.C )
( Foto de autor desconocido )
" Me vuelvo novelesco al envejecer. Me paso el tiempo leyendo novelas de amor. Es para reemplazar lo que había amado y la vida no me ha consentido. Me doy cuenta de que no soy tan seco como se podría creer. Parto con mis héroes en sus aventuras. Sueño, río, deseo, sufro con ellos. Cuando cierro el libro, tengo como un pellizco en el estómago y contengo con esfuerzo la necesidad de llorar. Al menos por unas horas he escapado a mi vida mediocre, han tenido objeto mis sueños inútiles "
Paul Léautaud ( 1872-1956 )
( Foto de Régis Fanget )
Los veranos perdidos. Esas sensaciones que traían los campos, las playas en la adolescencia.
" Eran melancólicas las tardes de verano. Abrían los deseos, ponían a la esperanza en carne viva. Comenzábamos a sentir la inutilidad forzada, el dulce desperdicio de las horas, las manos delicadas de la angustia. Y al mismo tiempo un enriquecimiento, la seguridad de que la tarde no se iba, que se quedaba alta sobre nuestra vida con sus números y olores, con su realidad de ensueño y esperanza "
José Antonio Muñoz Rojas ( 1909-2009 )
( Foto de autor desconocido )