Días feriados. Compras y desayuno en la ribera del río.
Encima del baúl, a la entrada de la casa, los cuentos de Aldecoa.
" La cenicienta luz de la mañana enturbia, emborrona el paisaje. El tren de mercancías, con su último vagón de viajeros, recorre los campos, lenta, ceremoniosamente. En una ventanilla el rostro de un hombre sufre los cambios, la perplejidad de los desconocido… Tierra desconocida para sus ojos; aire no respirado jamás. El hombre baja el cristal con tiritantes gotas de condensación. Respira la mezcla de humo de la locomotora y del aire frío, duro, metálico del campo. Está respirando tristeza y libertad.
La estación es como un vagón de tercera clase de las líneas perdidas, de los trenes formados de corrales para hombres. El tren ha frenado su marcha. Escapan los chorros de vapor de la máquina.
Luego, la locomotora se desinfla en un soplo largo. Soplo final del que queda como un hilo de silbido, apagado y constante; que abolla, hunde e inutiliza su caparazón de coleóptero enorme "
Ignacio Aldecoa ( 1921-1969 )
( Foto de Mario de Biasi )
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