jueves, 4 de diciembre de 2008

MANCEBÍAS.



De estudiante en Sevilla, estuve viviendo en la calle Brasil del barrio del porvenir; muy cerca había un precioso chalet, de los que se construyeron por el arquitecto Aníbal González para la exposición universal del año 1929; la casa era un lujoso burdel que por fuera tenía aspecto de chalet de noble arruinado.
Junto al té con sabor a silencios y memorias, leo a Jesús Pardo.

"Guardaba las formas en todo, y tan pomposamente abogaba por la moral burguesa que los que no le conocían le consideraban campeón acendrado de cuanto su mente despreciaba. Conservaba de su ascendencia hidalga algo que yo descarté desde el principio de la mía : el pudor obsesivo de ocultar de su propia vida, o de las ajenas, cuanto no fuere bienoliente (...)

Allí Jesús Juan pagaba al mes. Cuando se trataba de chicas de cierta categoría, maniquíes o actrices, o casadas infieles de la burguesía, los polvos se los financiaba la dueña de la casa, y él le pagaba en cómodos plazos con un quince por ciento de usura.

-Tú dime un nombre-nos retaba la dueña-, y raro será que no te diga yo su precio.
-Por ejemplo-pausa efectista-, aquí viene miss España.
Jactancia cuya veracidad Jesús Juan garantizaba, aunque sin precisar de qué año era miss la miss. Al parecer la dueña de aquella casa estaba muy bien relacionada con el mundo del espectáculo, y hasta en el social.

Jesús Juan, que era almirante y tenía muy buen sueldo, tuvo que pedir un crédito al banco para sufragarse catorce tardes en esa casa con una actriz extranjera que estaba en Madrid en un espectáculo de boite. Jesús Juan controlaba sus movimientos por teléfono , y la acompañó al avión al irse, porque el acuerdo le garantizaba el usufructo durante toda su estancia en Madrid.
Se gastó íntegra una pequeña herencia de una tía suya para poner a repetida prueba el famoso verso de Safo:
Una cama con una mujer está bien; con dos , es buena; con tres, excelente "
Jesús Pardo.

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