martes, 23 de diciembre de 2008

CASANDRA



Creo que la poesía es belleza y conocimiento; no se puede entender el siglo XX, sin Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva, grandes en vidas y valentías. Releo sus poemas cada año que muere; las leo por respeto, emoción y gratitud.

Esta tarde estoy con Anna y las horas desaparecen en la niebla de su mirada...

" Tras la muerte de Stalin, en 1953, las nuevas autoridades rehabilitaron a Ajmátova, junto a miles de personas que fueron perseguidas o encarceladas por motivos políticos. Entonces Ajmatova fue galardonada con distintos premios y honores, especialmente en el extranjero. Uno de ellos fue el doctorado honoris causa de la Universidad de Oxford.

Oxford, 1965. Anna lleva el fular que, medio siglo antes, le regalo Marina Tsvetáieva. Ajmátova e Isaiah Berlin se reencuentran. Durante veinte años no se habían visto. Ahora Berlin ya es un pensador consagrado, autor de libros de filosofía, presidente de la Academia Británica. Como es natural, durante la conversación , Anna e Isaiah Berlin vuelven a los acontecimientos de 1946. Anna ve los veinte años que siguieron bajo la luz de su primer encuentro con sir Isaiah. La causa de todas las desgracias , propias y ajenas- tanto las de su vida personal como las de la historia mundial, marcada por la Guerra Fría-, era el encuentro de ellos dos, el Leningrado invernal, sumergido en la niebla , veinte años atrás. Ajmátova dio una importancia absoluta a ese encuentro, creyendo firmemente que el destino la había convertido en la profeta, la víctima y el estímulo de la historia. En la mente de Anna, su trágica vida encontró una representación metafísica en la tragedia mundial. Así ella se transformó en la mítica Casandra de la tragedia griega.
Isaiah Berlin lo entendió todo. Y no quiso derribar la construcción imaginaria, una construcción erigida según los principios de la tragedia griega, que Anna había edificado en su mente para, así, explicar el funcionamiento del mundo, tan hostil e incomprensible. Y sobre todo para explicar y justificar ante sí misma el sufrimiento inhumano que le tocó experimentar.
Isaiah Berlin la escuchó en silencio.
Veinte años más tarde, Isaiah Berlin dijo en una entrevista televisiva en Londres refiriéndose a su primer encuentro con Anna, una noche en el leningrado helado :

" Ése fue el momento más maravilloso de mi vida. Mi encuentro con ella (...) Jamás hubo nada más magnífico en mi vida(...) Yo era feliz, me sentía orgulloso, quedé profundamente conmovido para el resto de mis días "

Y Anna , a su regreso de Oxford, el 31 de diciembre de 1965, anota en su diario :

" He dormido todo el día, y en mis sueños él se me ha acercado : Te voy a decir algo, pero sólo en la cumbre de la montaña. Subimos allí. En la cumbre de una montaña muy abrupta me abrazó y me besó. Reí diciendo : Y eso es todo. No, que vean el quinto divorcio. Y yo de repente sentí que esas extrañas palabras me decían que yo para él significaba lo mismo que él para mí"

Monika Zgustova.

Poco después Ajmátova murió.

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