martes, 10 de junio de 2008

GREGOR VON REZZORI.




Las noches de veranos eran especiales en la playa. Cuando uno está triste o apesadumbrado, siempre recala allí, en aquellos veranos de la adolescencia, en aquellas noche en el "Club de playa", escuchando canciones, bebiendo "lumumbas" y con la mirada perdida en el rostro de ella, un rostro nórdico, hecho para el verano y los suspiros.


Hay escritores que logran que esos mundos nunca mueran. Es igual que sean mundos de veranos, de infancia, de pasados no vividos, de desengaños o anhelos.


Gregor Von rezzori, es un permanente recuerdo de mundos, olores y gentes. Sus libros tienen el tamiz del Imperio Austro-Húngaro. El tamiz de canciones, miradas y permanencias.


"Flores en la nieve", su libro autobiográfico, te lleva al instante a su lado y te cuenta lo que ya estás viendo y no te atrevías a reconocer. En " Memorias de un antisemita" hila con maestría un tema que casi nunca lleva hilo. Von Rezzori habla siempre de lo que perdió; se definía como un espectro de sí mismo y en su casa de Toscana, junto a su esposa, la bella Beatrice Monti, mantenía una hospitalidad de otra época y de otros mundos.

Gracias a él, conozco muy bien la Bukovina y también a su hermana...

" Unas cuantas láminas con dibujos infantiles : grandes flores de misterioso color oscuro, flotando sin tallo sobre el suelo, como en la imagen que los ciegos tienen del mundo; además, una lechuza con unos quevedos ante los ojos redondos: una sátira estudiantil; y un estilite de refinada manufactura, muy afilado. Todo eso está enmarcado por una cenefa modernista de ramas de muérdago, y , como ex libris, hay una firma. El nombre suena neorromántico, como salido de una novela caballeresca de fin de siglo : Ilse.


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