miércoles, 13 de mayo de 2009

" RECUERDOS DE UN HOMBRE DE TOGA "


Hubo un tiempo, en España, en el que muchos ciudadanos, tolerantes, de espíritu libre y que abominaban de extremismos, fueron asesinados o perdieron trabajo, casa y familia. Entre ellos, estaba un fiscal de Tribunal Supremo, católico y liberal, que perdió cargo y estuvo a punto de ser asesinado. Volvió a Córdoba, donde había ejercido de fiscal, para dedicarse a la abogacía. Se llamaba Francisco Poyatos López y he acabado su libro, un libro que titula "Recuerdos de un hombre de toga". Es un libro ameno, escrito con el corazón y con un amor grande por el derecho y la justicia; claro y valiente.

De la posguerra cordobesa dice cosas tremendas y ciertas.

" El decano del Colegio de abogados ordena que todos los colegiados se reúnan por la tarde para rezar el Rosario. Dos letrados, hermanos, niegan su asistencia a la reunión. Son inhabilitados para el ejercicio de su profesión"


" Me visita Paco Casas Ochoa, que actúa de jurídico-militar en Extremadura.
- Al margen de los Consejos de Guerra, un delegado gubernativo está matando mucha gente. Yo no tengo nada que ver con eso, pero me ha pedido que le entregue a una mujer que tengo procesada, a la que quiere fusilar. Le he dicho que está embarazada y que no la entregaré mientras que no dé a luz, y me ha dicho que si no se la entrego nos fusilará a los dos. Es muy bruto y sus poderes omnímodos. ¿Qué hago?
- Dése de baja por enfermo "


" Me consulta un vecino de la sierra de Córdoba :
-Tengo una mula muy hermosa. El jefe local está empeñado en que la venda. Me niego terminantemente y me replica con amenazas.
¿Puede obligarme a la venta?
- De ningún modo. Ese señor no puede expropiarle a usted la mula.
Pocas semanas después me entero de que mi consultante ha sido fusilado "


" Apenas me di de alta en la abogacía, el procurador don Miguel Guerrero me ofreció su desinteresada ayuda. Varios días después me llevó unos papeles y me encargó que formalizara el cuaderno particional de la herencia a que se referían.
Inmediatamente puse mano a la obra. Pero al día siguiente me visitó la desconocida cliente.
" Lo lamento mucho , pero mi confesor me ha dicho que yo no debo ayudar a un abogado izquierdista y me ha dado el nombre de un letrado de su confianza. Vengo a llevarme los papeles. Dígame si le debo algo". Le entregué los papeles y no le cobré nada. Aquello me apenó doblemente : perdía un ingreso profesional que en aquellos momentos tenía para mí gran importancia, y demostraba los sentimientos hostiles de una Corporación religiosa que siempre he ensalzado y defendido a pesar de mis admirados Pascal y Voltaire "

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