jueves, 24 de febrero de 2011

EPIFANÍAS.


Mi admiración por Chéjov es antigua y el tiempo se ha encargado de aumentarla. En mi adolescencia me inoculó el virus de los cuentos y se sabe que no hay vacuna. El cuento "Las bellas" es puro deleite. Descubro un comentario, de Luis Alberto de Cuenca, que me ha encantado.

" En el libro I de la Eneida, tan pródigo en versos felices, hay un pasaje, pedes uestis defluxit ad imos/ et uera incessu patuit dea ("se le desprende hasta los pies la túnica y en el andar se anuncia la verdadera diosa "), en el que, como diría Borges, se supera el más sofisticado artificio. Venus, madre de Eneas, se muestra a éste bajo la especie de una joven espartana arco al hombro, cabellera al viento, desnuda la rodilla, que informa al héroe del país en que se encuentra, ni más ni menos que Cartago, el reino de la tiria Dido. Eneas, que va acompañado de su fiel Acates, intuye que aquella muchacha es una diosa, pero no reconoce en ella a su divina madre. Al despedirse y darse la vuelta, la túnica de la presunta joven resbala hasta los pies y sólo entonces, al contemplar el celestial desnudo, reconoce el héroe a Venus, la diosa que lo trajo al mundo.

En la vida hay momentos en que la belleza de una mujer alcanza nuestro ojos con la ferocidad de un dardo envenenado, y no podemos hacer otra cosa que abismarnos en esa visión mágica por el tiempo que dure su presencia, y dejarnos morir. El cuento de Chéjov " Las bellas" se reparte en dos epifanías de esa hermosura que anonada... "

Luis Alberto de Cuenca.

( Foto de autor desconocido )

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