" Dos horas después Ethel se estaba mirando al espejo. Se trataba de un espejo grande y ligeramente inclinado, que pendía de la pared de su camarote. Ethel se hallaba casi desnuda. Sólo llevaba unas medias blancas y unos zapatos azules.
Se miró los glúteos como la Venus Calípega. Estudió su cuerpo como si fuera un planeta : sus caras ocultas, sus caras visibles, incluso su atmósfera.
Se puso el vestido blanco y miró sus zapatos y sus tobillos. desde los pies, pasó súbitamente a los ojos reflejándose en el espejo. Dos aguamarinas prematuramente melancólicas.
Fue entonces cuando se giró hacia la derecha y descubrió a Benito observándola tras la puerta entreabierta. En su boca se dibujó una sonrisa triunfal, esa clase de sonrisa en la que el joven periodista advertía hasta qué punto era despótico el poder de la belleza… "
Jesús Ferrero.
( Foto de Robert Peres )
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