martes, 13 de septiembre de 2011

DE PULCHRO ET AMORE.


Esta mañana he cambiado de bar para desayunar y abundaban mujeres que acababan de dejar a sus hijos en los colegios. Mientras leía el periódico, se ha sentado cerca de mí una ninfa adusta y de maneras antiguas. No suelo fijarme en los pechos, pero en esta ocasión era imposible evitar miradas. He recordado que tanto en la Edad Media como en el Renacimiento había un sistema para evaluar los pechos de las damas; el poeta Gratien du Pont nos dice que "debían ser pequeños, pálidos, redondos como manzanas, duros, firmes y separados". En Italia, los jóvenes solían memorizar las partes del cuerpo femenino mediante los versos de Petrarca. Uno no llega a tanto, pero tiene recuerdos.

" Pechos lozanos y saltarines, elevándose como si se negaran a permanecer eternamente oprimidos y frenados por la indumentaria, demostrando así su deseo de abandonar aquella cárcel "

Agnolo Firenzuola ( 1493-1548 )

( Foto de Fernand Fonssagrives )

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