martes, 2 de noviembre de 2010

MIS OJOS NO SE DAN POR ENTENDIDOS.


Nuestra tradición literaria ha tratado de diversa manera la relación entre amor y muerte. Leo un poema de Quevedo, con una preocupación metafísica ante el tiempo, típico del barroco pero muy distinto a otros poemas suyos. No se puede olvidar que para el amor cortés, la muerte era el único fin posible de la pasión enamorada. Ella era deseada porque implicaba el fin del sufrir amando y, a la vez, era temida porque significaba el acabar ese deleite del enamorado.

" ¡ Qué perezosos pies, qué entretenidos
pasos lleva la muerte por mis daños!
El camino me alargan los engaños
y en mí se escandalizan los perdidos.

Mis ojos no se dan por entendidos;
y por descaminar mis desengaños,
me disimulan la verdad de los años
y les guardan el sueño a los sentidos.

Del vientre a la prisión vine en naciendo;
de la prisión iré al sepulcro amando,
y siempre en el sepulcro estaré ardiendo.

Cuantos plazos la muerte me va dando,
prolijidades son, que va creciendo,
porque no acabe de morir penando "

Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645)

( Foto de George Hoyningen Huene )

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