Se cae del estante un libro de Francisco Ayala, " Las bellezas". El capítulo que leo muestra la fútil vanidad del mundo a traves de una escena social grotesca. Imagino que pide acompañarme con el té, y yo que soy obediente...
" Si bien se piensa, jamás hubiera debido ocurrírseme hablarle de este asunto a Corina. Los resultados eran previsibles. Por lo que ignorase, por lo que pudiera barruntar, y aun por el mero hecho de ser mujer, el punto de vista de la esposa legítima tiene que ser siempre tendencioso. Y si por alguna debilidad de mi carácter necesitaba yo sincerarme con alguien, también debió de acudirme a las mientes la idea de que la persona indicada lo era en verdad el amigo Domenech, hombre de mundo, baqueteado por la vida, quien, además, no teniendo en el lío arte ni parte, estaba, sin embargo, interiorizado, de manera que ni siquiera hacia falta ponerle en antecedentes ni extenderse en explicaciones más o menos embarazosas. Media palabra le bastaría a este buen entendedor. Y así, decidí aprovechar la primera oportunidad para deslizarla en su oído y desencadenar con ello la grata melodía de sus opiniones y consejos"
Francisco Ayala (1906-2009)
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