martes, 11 de noviembre de 2008

EL REFUGIADO ALEMÁN.



Es un escritor de Brooklyn deudor de Chéjov y amigo de Saul Bellow y de Isaac Bashevis Singer. Con su libro "El hombre de Kiev" ganó el premio Pulitzer del año 1963. He redescubierto entre sus cuentos uno especialmente notable, por el ritmo y el tema. Y me trae el recuerdo de aquel libro suyo, " Las vidas de Dubin", que leí en un tren y que provocó la charla con una bella judía. Me gusta mucho Bernard Malamud.


"...Como la mayoría de los alemanes cultos, Oskar había estudiado inglés de joven. Aunque pensaba que no podría decir ni una sola palabra en mi idioma, conseguía formar alguna que otra frase relativamente correcta y a veces bastante cómica. Colocaba mal las consonantes, confundía los nombres con los verbos, y se armaba un lío con las frases hechas; sin embargo, nos comunicamos en seguida. Hablábamos en inglés , con alguna ayuda ocasional por mi parte en macarrónico alemán o en yiddish. Había estado en los Estados Unidos antes, el año anterior en una corta visita. Fue un mes antes de la Kristallnacht-cuando los nazis rompieron los escaparates de las tiendas judías y quemaron todas las sinagogas-, y había venido para ver si podía encontrar un empleo (...) Después me habló acerca de ella. Se habían conocido siendo estudiantes, habían vivido juntos y se habían casado a los veintitrés años. No había sido un matrimonio muy feliz. Ella se convirtió en una mujer enfermiza, incapaz de tener hijos.
-Algo le funcionaba mal por dentro.
Aunque no pregunté nada, Oskar prosiguió :
-Le propuse venir aquí conmigo, pero ella se negó.
-¿ Por qué razón?
-Ella pensaba que yo no quería que viniese.
-¿ Y quería usted?-le pregunté.
-No- me dijo.
Me explicó que había vivido con ella casi veintisiete años, y en circunstancias difíciles. Ella se había mostrado un tanto ambigua en lo tocante a los amigos judíos y a los parientes de él , aunque, aparentemente, no parecía tener prejuicios. En cambio , su madre era una antisemita fanática. (...) Dos días más tarde, subí la escalera de la casa de Oskar y me encontré el piso lleno de gente. El refugiado, amoratado el semblante, azules los labios, y con una pizca de espuma en las comisuras, yacía en el suelo, envuelto en su holgado pijama. Las ventanas estaban abiertas y el aire apestaba. (...) En el cajón superior , hallé varias cartas de su mujer y una misiva de fecha reciente, enviada por avión por su suegra.
Está escrita con una caligrafía apretada, dice que su hija, después de abandonarla Oskar, y a pesar de las fervientes súplicas de ella, se convierte al judaismo por las mañas de un rabino vengativo. Una noche se presentaron los camisas pardas (...) la sacan a rastras y la trasladan con otros judíos, en camión, a una pequeña ciudad fronteriza de la Polonia conquistada. Allí se rumorea, la matan de un tiro en la cabeza y la arrojan a una zanja junto con otros judíos desnudos, sus esposas y sus hijos..."

Bernard Malamud ( 1914-1986)


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