Dámaso Alonso era gran poeta y excelente persona; curioso, atento y muy apasionado. Siempre que iba a una ciudad, intentaba conocer todo de ella, un todo de cata y entusiasmo, a la antigua usanza...
El soneto que leo esta tarde es una oración, una oración contra la muerte y por la permanencia de la belleza en una muchacha. Sus versos hay que releerlos con detenimiento y llega un momento en el que dejan de ser extraños en el recuerdo.
" Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;
esos bultos de nieve, que bullía
al soliviar del lino la tersura,
y, prodigios de exacta arquitectura,
dos columnas que cantar su armonía.
Ay, tú, Señor, le diste esa ladera
que en un álabe dulce se derrama,
miel secreta en el humo entredorado.
¿A qué tu poderosa mano espera?
Mortal belleza enternidad reclama.
¡Dale la eternidad que le has negado!
Dámaso Alonso (1898-1990)
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