miércoles, 25 de abril de 2012

LA PREDESTINACIÓN.


   Leer a Sterne es siempre una maravillosa aventura. Té negro con miel,  Tristam Shandy acompaña.

    " Hasta ese momento había ido librándome de enamorarme, dijo el cabo, y seguramente hubiera llegado hasta el final de la historia sin que me ocurriese de no ser por la predestinación. Contra el destino no hay nada que hacer.
    Era un domingo por la tarde, como le venía diciendo a Vuecencia.
    El viejo y su esposa habían salido.
    El silencio y la calma reinaban en la casa.
    Sólo se oía en el corral el rumor de algún pato con sus patitos.
    Y entonces entró la postulante a verme (...) Al cabo de cinco o seis minutos sentí ligeramente la yema de su dedo corazón que, con otro dedo, continuaba frotando una y otra vez en torno a la herida un buen rato. Entonces me vino la idea a la cabeza de repente de que me iba a enamorar. Me ruboricé al ver lo blanca que era su mano. En mi vida he contemplado, Excelencia, una mano más blanca que aquella... "

            Laurence Sterne ( 1713-1768 )

            ( Foto de Carl Perutz )

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