¿Qué mundo es el que queda después de las derrotas? John Cheever nunca lo supo; quiso buscar en sus maestros, pero ellos no eran hombres de respuestas; los cuentistas siempre han sido hombres de preguntas, como los filósofos.
" La geometría del amor" es un libro de cuentos que regalé a una amiga, ese día ella tenía mirada de cerrojos y penas; se acababa de enterar de un traslado y sabía que su mundo ya no sería el mismo.
" ...-Las tareas domésticas sencillamente no me va- había dicho ella, y él tenía inteligencia suficiente para percibir la verdad de la observación; inteligencia suficiente para no pedirle que
rehiciera su propia imagen de mujer culta. Era la fuente de gran parte de su vitalidad y su alegría.
Cierto invierno en que hizo tiempo tormentoso, no pudieron conseguir criados. Una cocinera venía ocasionalmente cuando había invitados, pero el resto del trabajo recaía en Georgie. Fue el año que Jill estudiaba literatura francesa en Columbia y trataba de terminar su libro acerca de Flaubert. Durante una típica velada doméstica, Jill se sentaba frente a su escritorio en el dormitorio y trabajaba en su libro. Bibber dormía. Georgie estaba en la cocina , lustrando el bronce y la plata. Tenía puesto un delantal. Bebía whisky. Estaba rodeado de cajas de cigarrillos, tenazas, vasos, aguamaniles, y un amplio arcón lleno de platería de mesa. No le agradaba lustrar la plata, pero si no lo hacía el metal acabaría ennegreciéndose. Como ella había dicho, no le iba. Tampoco le iba a Georgie, ni lo habían educado para eso, pero si como ella decía él era antiintelectual, no era tan antiintelectual como para estar dispuesto a aceptar todas las vulgaridades y lugares comunes relacionados con la lucha por la igualdad sexual. Él sabía que la lucha era reciente; era real ; era inexorable; y si bien ella esquivaba sus tareas domésticas, él podía percibir que quizá lo hacía de mala gana. Se la había educado como una intelectual, su emancipación aún se veía cuestionada en muchos sectores, y como parecía que él poseía más amplitud , y ocupaba una posición tradicional más firme, le tocaba ceder en cosas como el trabajo doméstico..."
John Cheever (1912-1882)
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