Me apasiona el chocolate, me encanta el té y un buen café me evade de tristezas. Recuerdo de hace años, un anuncio de chocolates que decía :
" Una vez retirada la resplandeciente envoltura, aparece la piel lisa, suave, bronceada, susceptible de ser acariciada en su totalidad. Finalmente su cuerpo, dulce, moldeable, dúctil, cálido, dócil... ¡ no, no puede ser!, ¡ es un pecado! Así es él. Fondant o en taza; relleno de pistachos o en trufa; pralinés, en tabletas o en pastillas; compacto para dientes agresivos; desnudo y provocador o vestido de plata. Símbolo de tentaciones, el chocolate, en todas sus variantes, es tormento y éxtasis. Modelos, ejecutivos, deportistas, bailarinas... se resisten, se pelean dirariamente con la báscula. El peso es su obsesión y el tipo su trabajo. Y el chocolate...
¡ su mayor enemigo! "
Y viene a mi memoria, la madrileña chocolatería " El Indio", con su antiguo molino para elaborarlos. ¿ Se puede uno olvidar de la pastelería " Escribà" en Bacelona? ¿ Y del chocolate "Baronie" o del "Jacquot"? Y la tarde va muriendo, con divagaciones y miradas...
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