lunes, 10 de mayo de 2010

EL DESORDEN DE SU CUERPO DORMIDO.


Leer la prosa de Pedro Salinas es volver de otra manera a su poesía, por un camino distinto pero con las mismas casas, los mismos paisajes, las mismas caricias.

" Me despido de ella mientras duerme ese sueño de las seis de la tarde, ese sueño precipitado, corto y galopante como un Gran Premio de mil metros. La miro por última vez, me miro en ella por última vez. Porque estas coincidencias, ella y yo, Lucéntum, estío, sus labios, el día y la hora de la cita, su risa y mi felicidad, que han vivido juntas, pegadas unas a otras por espacio de dos meses, se van a separar en cuanto Livia, con su voz delgadísima, afilada aún más en el adiós, corte, inevitablemente y sin querer, el sartal que la enhilaba. Y ya que me veo entonces, por muchos días, inclinado buscándolas, dispersas por el suelo, equivocándome a cada instante, creyendo que esa tarde, cristalina y transparente como un diamante, que veo delante de mí al doblar la esquina de las doce, es tarde de cita, que esta ciudad afanosa, de trescientos mil habitantes, sigue habitada cuando en realidad su población, Livia Schubert y su alma, ha emigrado : se fue allá lejos, a dos mil kilómetros, como una reina perseguida, a plantar una villa nueva, a poblarla de gozo y de sonrisa, izando por encima de unos cielos con niebla, su alegre pabellón invencible y colorinesco.

Ahora, en este momento, todavía estoy en Livia, soy algo en ella : soy el desorden de su cuerpo dormido... "

Pedro Salinas (1891-1951)


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