miércoles, 5 de diciembre de 2012

CONFESIONES.


           Un molino en ruinas, donde se divide el río Peque, cerca de Sanabria. Nunca he estado, pero lo he debido soñar; era bello.

   " La atmósfera de Londres era erótica; Londres es quizá la única ciudad del mundo con una atmósfera erótica inconfundible. En París la gente se besaba en la calle y hacía el amor en los cafés..., pero el erotismo es algo oculto y rodeado de secretos; el erotismo es siempre el " dessous ", nunca la desnudez. En Londres no he visto ni un beso dado en una mano en público que durase un segundo más de lo debido o se prolongase de cualquier forma. Mas la ciudad rebosaba erotismo y en la niebla se oían gritos de placer (... ) En ningún otro lugar del mundo se respeta tanto la extraterritorialidad de la vida privada como en Inglaterra, y tampoco en ningún lugar se la pisotea con tanta crueldad si llega el caso. Iba a los tribunales para asistir a procesos de divorcio : cuarenta millones de personas chismorreaban a gusto sólo porque cierto médico había engañado, por fin, a su esposa, lo que permitía escribir y hablar acerca de la vida sexual fuera del matrimonio-¿ Dónde veía el médico a su amante ? ¿ Con qué frecuencia se reunían ? ¿ Qué decía la doncella ? ¿ En qué estado se había encontrado la habitación ? ¿ Qué se podía ver a través del ojo de la cerradura ?-, y entonces toda la prensa y todo el público se quedaban de rodillas frente a la puerta, mirando por el ojo de la cerradura, y por fin podían hablar de sexualidad... "

            Sandor Márai ( 1900-1989 )

            ( Foto de JeanLoup Sieff )

2 comentarios:

Ula dijo...

No niego que no sea excitante, así como lo cuenta el narrador, considerando la época en que se escribió. Se dice que la idiosincrasia del inglés es la hipocresía. Si así da más gusto, adelante. Yo prefiero ver a dos amantes demostrando su amor elegantemante bajo los puentes del Sena. Cuestión de gustos.
Y habiendo vivido en Londres (mi segunda casa)tendría mucho que decir por vivencias y por ser lectora de T. De Quincey.
El escritor lo vive como pasajero temporal.

Saludos

it dijo...

Oh... Jose María...!