La mayoría de las personas leen lo que las editoriales y la publicidad quieren que lean; a veces hay excepciones, pero siempre confirman la regla. A Montero Glez, lo leemos los que sabemos que hay un más allá, una literatura que se escribe con mayúsculas y que nos hace rememorar otros tiempos; grandezas y descubrimientos; llantos y alegrías; valentías y miedos. "Pólvora negra", es historia y mucho más. Siempre recomiendo la lectura de este gran escritor que domina todos los palos y lo sabe.
" El teniente Beltrán siempre sospechó que el infierno empezaba justo al atravesar el umbral de una iglesia para dar el " Sí, quiero". Por eso duraba en estado de soltería y con aventuras que no pudieran comprometerle. Había veces que tenía apetencias de carne fresca, un pelín cruda y sin adobos (...) había otras veces que se ponía en la calle Tudescos, en un prostíbulo situado en el mismo edificio de una funeraria. Lo regentaba una tal Sophy, inglesa y con el pubis tan blanco como sus cabellos. La dicha, además de recoger a las chicas descarriadas y darles alojamiento, hacía lo mismo con los gatos. Tendría más de una docena y, a todos, había puesto collar de cascabel, consiguiendo un efecto sonoro tan estúpido que al teniente Beltrán le sacaba de quicio. En el salón vegetaba un piano con la cola abierta y copioso de excremento gatuno. De vez en cuando , la Sophy se plantaba delante de las teclas y conseguía arrancar melodías dispersas, uniendo al ambiente puteril, el sonoro hedor de las cagarrutas. Eso era tan sólo un detalle. Aunque tenia sus años, la tal Sophy aún conservaba las carnes duras y picantes. Fue " cocotte" en el extranjero y todavía atesoraba cierto aire de puta aristocrática. Una finura que había quien confundía con frigidez. Sin embargo, el teniente Beltrán sabía qué botones había que apretar para que la tina de la Sophy se encharcara y por su boca salieran esos gemidos , mezcla de placer y de martirio (...) A sus años, el teniente Beltrán era capaz de echar dos y hasta tres piezas sacramentales, eso sí, sin encadenar pero, tampoco, sin hacer penintencia... "
Montero Glez.
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