Escribió una gran novela, galardonada con el premio " Eugenio Nadal" en 1960, llamada "Las ciegas hormigas"; después, un silencio de muchos años hasta la publicación de su magistral trilogía " Verdes valles, colinas rojas". No sé cuántos ejemplares se venderían, en el año 1961, de su premiado libro; yo tengo uno comprado en una librería sevillana-primera edición-en el año 1980, por cien pesetas. Lo leí en un tren que me llevaba a Granada. Esta tarde releo párrafos...
" ...Lo acepté y me casé con él. Pero cuatro años después, aún no tenía a mi hijo. Es entonces cuando empecé a pensar en las palabras que la vieja harpía me soltara cuatro años antes. Al principio, aparté de mi mente la idea , por considerarla pecado. Más tarde, me las arreglé para creer que sólo mi religión lo tendría por pecado, pues Pedro deseaba un hijo tanto como yo, y me dije que aquello no podría encerrar mal si, verdaderamente, yo sólo deseaba el hijo, como era.
Y me puse a buscar fríamente entre todos los hombres del pueblo, aunque me había impuesto como condición que no podría ser cualquiera, sino que debería reunir las debidas condiciones, la principal de las cuales era la de resultar repelente, de modo que pocas mujeres lo habrían aceptado. Y lo hallé a mucha menor distancia que la alcanzada por el más mezquino de mis recorridos mentales : era el ser medio monstruo que yo exigí, no el que me conduciría a lograr mi desesperada ilusión, sino el que a través del cual debería forzosamente pasar para conseguirla : repulsivo, y rehuible, nauseabundo para cualquier mujer a quién le fuera impuesto como marido o amante. Sí, excedía a todas mis exigencias. Sólo me equivoqué en una cosa. Pero, ¿ quién habría sido capaz de adivinarla? Hasta del ser más abyecto y miserable esperamos que sea capaz de reproducirse..."
Ramiro Pinilla.
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