Con el aperitivo leo a Juan Eduardo Zúñiga, un escritor que cada día me gusta más y con el que nunca me aburro.
" Como un coágulo de vida familiar, de modestas comodidades, de logros anhelados tras años de trabajo laborioso, el barrio de chalets al interponerse en la marcha de las apisonadoras y las hormigoneras, había sido condenado indefectiblemente a desaparecer. Primero, talarían los árboles y arbustos, luego arrancarían las cañerías, las barandas de hierro forjado, las vigas de madera que sostenían los tejados y empezarían el rápido derribo al que nadie asistiría.
Por las calles bordeadas de acacias se paseaban una mujer y un hombre. Eran los últimos que allí vivían y habían decidido no marcharse, no abandonar aquel lugar en el que convivieron largos años y al que entregaron su cariño. Decidieron no aceptar mudarse a un bloque de viviendas donde los ruidos y las indiscreciones turbarían la necesidad de reposo e intimidad. Cuando llegasen las apisonadoras sería más cómodo morir con el barrio y con todo lo que éste representaba de soledad creadora, de roce con la naturaleza sencilla del jardín, de existencia tranquila.
Todo estaba preparado para el último día... "
Juan Eduardo Zúñiga.
( Foto de Brignon Arno )
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