En el rondeño "Hotel Victoria", hay una estatua de Rilke cerca de la habitación desde la que miraba el hondo horizonte plagado de silencios. Su amiga Lou Andreas Salomé lo recordaba desde un bosque cercado por las derrotas del alma. Leo sus cartas y vuelvo a un mundo de desdichas apasionadas.
"En virtud de una de las paradojas que sólo puede inventar el orden creador de todas las cosas, dos seres humanos, un hombre y una mujer, se funden el uno en el otro, convirtiéndose en una unidad suprapersonal debido a que esta relación magnifica a cada uno de los dos hasta el punto de su más profunda autonomía, de su mismidad total y eterna "
Lou Andreas Salomé (1861-1937)
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