Después del almuerzo de despedida navideña con los compañeros, le queda a uno el regusto gozoso de los descubrimientos provocados por la efusividad festiva. Suele ser así en estas fechas.
" Llegó el tiempo de cenar, fueron requeridos los criados. Con todo entraron al punto seis o siete ministros de la gula, auxiliares de la destemplanza, terceros de la ahitera y alcahuetes de la borrachez. Extendieron sobre largas mesas delicadísimos manteles; distribuyeron un haz de servilletas, cuchillos, platos, cucharas y tenedores. Tócose a degollar la razón, a desgarretar la salud, a desenvolver el recato, a espolear la lujuria y a desarrebujar el secreto. Sentáronse todos; empezaron a venir ensaladas de todas las naciones; engulléronse un huerto en aceite y vinagre; siguióse variedad de carnes; desde aquí comenzó la humareda de los mostos a cegar el juicio y a dejar a tientas el alma... Cada dos bocados eran colaterales de media azumbre. Tragáronse a la Extremadura en jamones, a Salamanca en pavos; desaparecióse San Martín a sorbos, y se enjugó Lucena a buches. Tan presto quería la gula verter los platos en el vientre, que desechando la diligencia del mascar, nos dieron a entender que se podían sorber los perdigones y beberse las pollas "
Diego Torres de Villarroel (1693-1770)
1 comentario:
¡Vaya! Estos ministros de la gula como se lo montaban.
Me gustan más los ministros del pensamiento. La comida es necesaria, primariamente, luego está el disfrute de buenas comidas y tras esto, lo que venga.
¡Ah! sin olvidar el buen vino.
Un saludo
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