miércoles, 23 de diciembre de 2009

23 DE DICIEMBRE.


En las bellas paginas de " Dejado ir ", libro de estancias y viajes de don José Antonio Muñoz Rojas, encuentro un escrito fechado el 23 de diciembre de 1980, en su Casería.

" Dos días bellísimos, limpios, quietos, detenidos, casi narcisos de su belleza, eternos en su brevedad, la más acusada del año. Malos para el campo, pero enteros para la belleza. Vamos por ellos como por un encantamiento del que formáramos parte, porque su quietud y belleza se reflejan en nosotros y somos unos con ellos en su profundidad. El cielo sin nube, el aire sin movimiento, el reposo invernal suspendiendo a la planta y al pájaro. Nunca se ha hablado ni escrito de la calidad distinta de los silencios según las estaciones, y el silencio en invierno en estos días de su total concentración, hondo recogimiento, tiene una densidad única. Es el más puro de todos los silencios, penetra y nos penetra, nos purifica, lo respira el alma.

El sábado en Sevilla andando las calles navideñas de nacimientos. Hacía tiempo que no las andaba y todavía, en varias de ellas, a pesar de destrucciones indebidas y construcciones espantosas, queda algo de la vieja ciudad. El deambular lento de la gente, tal cual expresión entreoída, una esquina de pronto, la luz interior de un patio, un olor o una tienda, la inercia de muchos siglos acumulados, muchos pasos de gentes varias por las mismas calles, tránsitos distintos y continuados que han ido quedando y penetrando las paredes, los pavimentos, el aire (...) Nadie que habite en una ciudad muere sin que se incorpore a ella y esa suma de incorporaciones es lo que constituye su espíritu.

Fui luego a la presentación de un libro de un joven poeta al Ayuntamiento. Demasiada sala para tan parvo público, media docena de personas, presididas por un almotamid autonomista de las hornadas últimas, árabes ojos y barbas feroces, impetuosa juventud. Hacía muchos años que no entraba en el Ayuntamiento, desde que iba a buscar a Joaquín Romero Murube, funcionario modestísimo entonces, 1931, para deambular. Todo pasa y todo queda incorporado, Joaquín también, una sombra apasionada para siempre en su Alcázar "

José Antonio Muñoz Rojas (1909-2009)

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