Tarde casi primaveral con la luz que quiebra los cristales y airea mi alma. Leo artículos dominicales que llevan paseos, bares y secretos...
" Alguno de los grandes artistas del pasado fueron frecuentadores de burdeles, esos escenarios de chicas alegres y carnes tristes. Espacio de otros tiempos donde los burgueses dejaban el sombrero a la entrada y los obreros el dinero. El mejor pintor de la carne de burdel fue Picasso. Cliente infiel, amigo y pintor de putas. " Rey de los burdeles", dice Fernando Castro y republicano director del Museo del Prado. Al lado de la madrileña plaza de Tirso de Molina vivió su tiempo de bohemia madrileña. Después del Prado, los cafés y los burdeles, se cruzaba en su portal con un vecino, un joven de su estatura, llamado Pepe Isbert. No sabemos si Isbert frecuentó algún burdel. Era muy catolicón-lo que nada quiere decir- y nada desparramado en su pulsión erótica. Se cuenta que pasó años guardando el último polvo para su legítima. Así se lo hizo saber a una señorita que le pretendía: " No puedo, lo tengo prometido a mi mujer". Años sin viagra. ¿Cómo habría sido la vida sexual de Picasso con viagra?
(...) Madrid es un bar abierto donde conviven algunos genios que han sabido extraer arte ante los horrores (...) A Bacon también le gustaban los bares. En sus últimos años algunos de nosotros fuimos compañeros de barra y nocturnidad en un bar que había frecuentado Buñuel, El Cock. En los años treinta fue un discreto refugio trasero del moderno, elegante y prostibulario Chicote. El mismo bar que, antes de su tranquila muerte madrileña, frecuentó el pintor con sus amigos. Así, rodeado de carne, perdido y encontrado en Madrid, después de su paseo por el Prado, el noctámbulo artista, disimulando su edad, con su peinado rockero años cincuenta y con su chupa de cuero, nos pintaba su leyenda de poco santo y bebedor "
Javier Rioyo.
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