Hay vidas políticas fracasadas y en Azaña se cumple totalmente. Escritor desde un interior hecho de recreación y encantamiento. Sus momentos de gloria, no creo que fueran los políticos; más bien fueron los literarios, los del paseo, la contemplación y el deleite estético. Leo sus impresiones parisinas del año 1911 y me viene a la memoria su final, ese final en su querida Francia, agotado, perseguido y repudiado...
" Con llegar he abierto un paréntesis en mi destierro. Ya no tengo que correr el mundo (física y mentalmente) buscando las aventuras. Estoy en el hogar común, en la casa materna, que a nadie niega un sitio junto al fuego. Descansemos al calor de la llama. Donde otros buscan una sacudida brutal para sus nervios gastados, yo encuentro el goce tranquilo del reposo y la sedación (...) Es el goce de regresar, amigos míos, de restituirse a un medio que nos es propio. Este placer es el más fino que reserva París a sus hijos espirituales, es decir, a los hombres un poco cultivados de la que suelen llamar raza latina "
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