jueves, 24 de junio de 2010

UN COLOR DISTINTO.


No creo mucho en los días mágicos y creo cada vez más en los instantes mágicos. Cada 24 de junio, llegan recuerdos e inquietudes que traen un color distinto.

Hoy hace diecinueve años que murió mi padre y uno aprende que todas las horas hieren y la última mata.

Una forma de volver a Ronda es pasear con Rilke.

" ¿ Lo he dicho ya ? Aprendo a ver. Sí, comienzo. Todavía va esto mal. Pero quiero emplear mi tiempo.

Sueño, por ejemplo, que todavía no había tenido conciencia del número de rostros que hay. Hay mucha gente, pero más rostros aún, pues cada uno tiene varios. Hay gente que llevan un rostro durante años. Naturalmente, se aja, se ensucia, brilla, se arruga, se ensancha como los guantes que han sido llevados durante un viaje. Éstas son gentes sencillas, económicas; no lo cambian, no lo hacen ni siquiera limpiar. Les basta, dicen, y ¿ quién les probará lo contrario? Sin duda, puesto que tienen varios rostros, uno se puede preguntar qué hacer con los otros. Los conservan. Sus hijos los llevarán. También sucede que se los ponen a sus perros. ¿ Por qué no? Un rostro es un rostro.

Otras gentes cambian de rostro con una inquietante rapidez. Se prueban uno después de otro, y los gastan. Les parece que deben de tener para siempre, pero apenas son cuarentones y ya es el último. Este descubrimiento lleva consigo, naturalmente, su tragedia. No están habituados a economizar los rostros; el último está gastado después de ocho días, agujereado en algunos sitios, delgado como el papel, y después, poco a poco, aparece el forro, el norostro y salen con él "

Rainer María Rilke (1875-1926) ( Traducción de Francisco Ayala)


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