martes, 15 de septiembre de 2009

UN CEREBRO PERSPICAZ.


Me acabo de tomar una copa de vino de Jerez y he recordado un texto maravilloso de Shakespeare, está en su obra "Enrique IV ".

" Por Dios, este joven de sangre fría no me estima, ni hay nadie que pueda hacerle reír. Pero no es extraño : no bebe vino. Ninguno de estos niños recatados llega a nada; porque la bebida demasiado escasa le enfría la sangre, y las demasiadas comidas consistentes en pescado los sumen en algo así como una clorosis masculina; y luego cuando se casan se procuran mozas buenas. Suelen ser idiotas y cobardes: lo que seríamos también algunos de nosotros, de no ser por el ardor. Un buen Jerez contiene una acción doble : me sube al cerebro, me seca en él todos los vapores estúpidos y oscuros y groseros que lo envuelven, lo torna perspicaz, rápido, olvidadizo y lleno de formas gráciles, ardientes, deleitosas, las cuales transportadas a la voz, a la lengua, que las engendra, hacen un ingenio excelente. La segunda propiedad de vuestro Jerez excelente es que calienta la sangre, que, antes fría y quieta, dejaba el hígado blanco y pálido, lo cual es señal de pusilanimidad y cobardía. Pero el Jerez le da calor, y la hace correr desde lo más interno a las partes extremas; ilumina el rostro, que, como una almenara, da calor al resto de este pequeño reino (...) Así que la habilidad con el arma no es nada sin el Jerez, pues éste lo pone en acción; y el saber no es sino un mero cúmulo de oro en manos del diablo hasta que el Jerez lo desata y le da acto y uso (...) Si yo tuviera mil hijos, les inculcaría como primer principio humano renunciar a las bebidas flojas y aficionarse al vino blanco..."

William Shakespeare (1564-1616)

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