Frente a la mesa de mi despacho tengo una marina. Cada vez que la miro me llama y siempre de distinto modo; tiene melancolía y retazo de algún sueño pedido. Como la vida...
" Vio a un tipo ridículo, cuarentón, sujetando con la mano derecha un sombrero, mientras corría por la arena de la playa detrás de las sorprendidas gaviotas. Quizá por eso le pidió-sin más preámbulo- que le acompañara a la habitación de su hotel. Mientras el extraño le acariciaba con la codicia de un cazador la cintura, ella extendió sus brazos como una gaviota prisionera del mismo sueño "
Ricardo Labra.
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