viernes, 17 de octubre de 2008

LLÁMALO SUEÑO...



El día que conocí Besalú algo especial sucedió en mi vida. El descubrimiento de una ciudad desconocida y a la vez soñada, hizo que supiera que viajar perdido es encontrarse.

Tenía 25 años y la llegada a la Alta Garrotxa venía precedida de un viaje accidentado y de paseos por piedras y ermitas. Entré en Besalú por el puente medieval de ocho arcos, único acceso a la villa durante siglos y me senté en la plaza, llamada Prat de Sant Pere; casi al instante descubrí un antiguo cenobio benedictino que me dejó anonadado por su belleza y magia; ya poco más quedaba, soñando como estaba.
La casa Cornellà y la cena en el restaurante " La cúria Reial", con su palacio y las vistas a la Plaza Major hicieron el resto, para provocar que, en mi vida, Besalú sea para siempre.

Y esta noche la recuerdo, con sus fotos, su sabor y la música que me acompaña.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Comparto contigo la descripción, porque Besalú es casi mágico...es algo así como entrar de puntillas en la memoria de las piedras...