" Lo que queda por vivir" es el título de un libro del gran John Updike, escritor que acaba de morir y al que admiro. Escribí sobre él, hace algún tiempo, en este cuaderno de bitácora que recrea vivencias y sueños. Me ha dolido su muerte, cada uno de sus libros ha significado mucho en mi vida. Empecé con la saga de " Conejo" Harry Angstrom, en la desaparecida editorial "Noguer" y lo he seguido en "Tusquets".
Sus inicios literarios fueron en una de las mejores revistas existentes, "The New Yorker"; un ejemplo de buena literatura, caricaturas y profundidad gozosa. Sus libros hablan de un mundo de escapatorias, seducciones, matrimonios rotos e hijos que se desconocen, pero siempre con un toque amoroso y de esperanzas. Decía Caballero Bonald que " Somos el tiempo que nos queda", para Updike ese tiempo nunca estará perdido.
" No volvieron a verse; había sido un falso amanecer. Tal vez para toda campaña grande de la vida sea necesaria una salida en falso, una vuelta de prueba, un reajuste de la brújula. Las clases de equitación en Minneapolis eran un mero detalle obstructivo; las posibilidades quedaban establecidas. En el carnaval de Washington, con sus constantes manifestaciones, su basura de pancartas de la víspera, sus maniáticos piquetes y sus extensos barrios peligrosos, hay sitio para el romance y la aventura anárquica. Tantas mujeres, las esposas subempleadas y las mujeres empleadas que suelen ser solteras, y tantas callejuelas recatadas, espumosas de azalea y cerezo en flor, y las constantes fiestas, y el hervor del cotilleo político, el descontento, la rotación oficial y el esperado ascenso. La guerra es un conocido afrodisiaco, y Washington está siempre en guerra (...) La mejor amiga de Stacey era una mujer de parecida delgadez, guapa, deportiva y combativa, madre de dos hijos : Andrea Jorgenson. Bud era su marido; viajaba a países del tercer mundo para la Smithsonian, de donde se traía esculturas hechas básicamente , al parecer, de pelo y paja. Hasta entonces Andrea le había parecido a Glenn más bien opaca y estándar; ahora, al volver hacia ella el foco poderoso de su nuevo conocimiento
-todos estamos llenos de cálida oscuridad, informe e inquisitiva-, los huesos de Andrea empezaron a refulgir. Fue una sencilla serie de saltos de caballo, sobre un tablero torcido del plano urbano de L ´Enfant, prestarle atención en un par de fiestas ( inclinando la cabeza como un médico que escuchase los latidos de su corazón en el estetoscopio) , y después indicar con una presión minúscula de la mano durante un baile benéfico que un cierto camino innombrado estaba abierto (..) De ahí no hubo más que empujar unos pocos peones hasta almorzar " á deux" en el centro, y finalmente infliltrarse por la tarde en su casa y ocupar su cama. Bud andaba por Malí y Chad, sorteando guerras civiles..."
John Updike (1932-2009)
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