El periódico "El Mundo" publica hoy un artículo de Luis Antonio de Villena, hablando de Ángel Váquez y me he emocionado.
Conocí a Ángel , por referencias de Emilio Sanz de Soto que me llevó a su novela " La vida perra de Juanita Narboni", una novela delirante, escurridiza y genial. Su mundo era Tánger, un Tánger ya perdido, de placer, deleite y carnaval. En los años sesenta se fue a vivir a un pueblo cercano a Ronda, de donde procedía su familia, Jubrique. Se colocó en el el registro civil del pueblo y cambió las inscripciones registrales , con inventos de santos y sujetos inexistentes...
Después vino el premio Planeta y su vida miserable en Madrid, ayudado por amigos y admiradores. Nunca cobró el dinero del premio, José Manuel Lara llevaba el sobre con el dinero en su funeral, no lo localizó hasta su muerte.
Tuvo todo y murió en la nada, como debe ser. Su vida fue eso, amigos, sueños y delirios; para dejarnos una obra maestra que enlaza con la picaresca española y sus deudores.
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