Largo desayuno con Mercedes Fórmica. Cada libro suyo es un regalo. Mercedes es exquisita, bella y valiente. Descubro que estuvo en Ronda, al finalizar la Guerra Civil. Amiga de José Antonio Primo de Rivera, siempre luchó contra la mentira y abominó de tantos oportunistas que pudrieron un carro en el que no creían.
" La guerra que arrasó tantas cosas arrasó también la vocación de tres escritoras. Carmen Baroja, Ana María Umbral, Isabel del Castillo.
Los primeros años del final de la contienda, significaron el recuerdo de las grandes fosas arañadas desde dentro, de los "paseos" en la noche, de los cuerpos abandonados en los caminos, cerrados los ojos en la dejadez de la agonía o abiertos hasta la dilatación.
Más que vivir se sobrevivía, en ocasiones a la desesperada. La tierra sin embargo, no cubría nuestras narices, el aire entraba en nuestros pulmones y aquello bastaba.
Bastaba también el olor a hierba- romero, alhucema- de las flores. No faltaban crueles efluvios pero se vivía. Estábamos vivos. Podíamos oír las voces ajenas, la risa de los inclementes, el llanto de los que no podían olvidar, alguna copla de León y Quiroga, cantada por La Piquer.
El sol brillaba, la mirada libre de ceguera provocada por el lodo. Las moscas no se pegaban a los lagrimales, tampoco había lágrimas, sólo el estupor de haber sorteado a la muerte.
Un tiempo de aguante, de no volver la cabeza. Nada importaba. El hambre, la peste del " piojo verde ", los esqueletos del Palacio de Casa-Riera, las casas destruidas por bombas y fuegos, trenes y camiones repletos de fardos, de alimentos de " estraperlo", de plumas de gallinas rozando nuestras caras.
Aquel horror de la pluma en movimiento "
Mercedes Fórmica (1916-2002 )
( Foto de Werner Bischof )
Michel Petrucciani - "Besame mucho"
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