Los clásicos jamás se quedan rezagados en la carrera de la vida. Suelen ser buenos consejeros y nos enseñan que casi nada cambia. Un rato con la " Ilíada", es martillo contra la idiotez y gozo continuo.
" Del pecho se desató la recamada correa bordada, donde estaban fabricados todos sus hechizos: allí estaba el amor, allí el deseo, allí la amorosa plática, la seducción que roba el juicio incluso a los muy cuerdos "
Homero (VIII a. C)
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