Creo que unas de las cosas de las que más orgulloso estoy, es de haber estudiado latín y griego; dos asignaturas esenciales en el devenir de una vida. Sin ellas, hoy sería otra persona. En un ABC, de 26 de junio de 2007, se publicó un artículo de Fernando Conde sobre una anécdota que, en su día, me contó mi padre y que nunca supe si era verídica.
" No por clásica y conocida la famosa anécdota del Ministro Solis a propósito de la importancia del latín en la enseñanza deja de tener su momio y trascendencia. Era por principios de los sesenta y... la refresco por si no se conoce o se ha olvidado. Se debatía en las cortes franquistas un proyecto para ampliar las horas lectivas dedicadas al deporte en detrimento de otras materias mucho menos " saludables", como el latín. Para la ocasión, el Ministro Secretario General del Movimiento, don José Solís Ruiz, había tomado las riendas retóricas de aquel caballo que amenazaba con pasar por encima de augustos, de césares y de cicerones con la misma fuerza devastadora que Othar, aquel jamelgo herbicida que condujera al mismísimo Atila hasta las puertas de Roma. A lo largo de la exposición, varias veces había repetido Solís la consigna bien aprendida: " más deporte y menos latín", " más deporte y menos latín". Como casi siempre ha sucedido en este tipo de hemiciclos, la mayoría del personal, de cuerpo presente, permanecía atento al discurso del ministro con una fijeza similar a la que muestran las vacas al paso del tren. De entre los que no, destacaba un vallisoletano ilustrado y cabal llamado Adolfo Muñoz Alonso, a quien las memeces del ministro azul le estaban poniendo negro. Ya llevaba Solís varios minutos dando vueltas sobre la misma noria y buscando el momento oportuno para cuadrar al toro, bajarle la cabeza y entrar a matar. La estocada, entonces, se difrazó de pregunta retórica : "¿ porque en defnitiva para que sirve hoy el latín?"
En ese punto, la inteligencia, la rapidez mental y esa gracia glacial que tienen los de Valladolid cuando sacan la mala leche a pasear se hicieron todo uno en la voz apagada, tímida y prudente, pero también firme, segura y certera de don Adolfo Muñoz. En contra de la aquiescencia y el silencio que cabría esperar tras la estúpida pregunta del ministro, el catedrático y procurador en cortes se revolvió cual miura y lo embistió por derecho con estas palabras : " Por de pronto, señor ministro, sirve para que a ustedes, los de Cabra, les llamen egrabrenses y no otra cosa "
Fernando Conde.
3 comentarios:
Buenísima la anécdota. No la conocía, pero me la guardaré para utilizarla si tengo la menor ocasión.
que bueno ¡¡¡¡¡ Prometo utilizarla
Mi estimado Almirante:
En primer lugar, agradecerle que haya publicado en su MAGNÍFICO blog este artículo y, en segundo, felicitarle muy sinceramente por un trabajo tan bonito y tan sugerente. Es su blog, como ya he dicho, magnífico y muy bello. Me uno a él y le curso invitación al de un humilde servidor.
http://alotroladodelrubicon.blogspot.com/2009/02/el-desayuno.html
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