lunes, 20 de mayo de 2013

EL BALNEARIO.


          Con diecisiete años, Gustave Flaubert escribe Memorias de un loco. Obra que se lee de un tirón y en la que es imposible no disfrutar.

     " Bajé la mirada y enrojecí. ¡ Qué mirada ! ¡ Qué hermosa era aquella mujer ! Todavía veo sus ardientes pupilas bajo las negras cejas fijarse en mí como un sol.
     Era alta, morena, con magníficos cabellos negros que le caían en trenzas sobre los hombros; tenía la nariz griega; los ojos, ardorosos; las cejas, altas y admirablemente arqueadas; su piel era ardiente, de terciopelo y oro; era tersa y fina; se veían venas azules serpentear sobre su cuello, moreno y purpúreo (...) Hablaba despacio, tenía una voz modulada, musical, dulce...
    Llevaba un vestido fino, de muselina blanca, que dejaba ver los mullidos contornos del brazo.
    Cuando  se levantó para marcharse se puso una capota blanca con un único lazo rosado y la anudó con su fina y regordeta mano, una de esas manos con las que se puede soñar mucho tiempo y que haríamos que ardiese a besos.
    Todas las mañanas iba a verla cuando se bañaba; la contemplaba de lejos bajo el agua, envidiaba la ola blanda y apacible que batía sus caderas y cubría de espuma su jadeante pecho; veía el contorno de sus miembros debajo de la ropa mojada; veía latir su corazón, su pecho respirar fuertemente; contemplaba maquinalmente su pie al posarse sobre la arena, y mis ojos permanecían fijos en las huellas de sus pasos; casi sentía ganas de llorar al ver las olas borrarlas lentamente "

      Gustave Flaubert ( 1821-1880 )

       ( Foto de Christian Coigny )

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