Duermevela con libro, sensación de dejadez vespertina. Un fluir sin precipicios.
" Mariana, los ojos entornados y los labios entreabiertos, cubierta a medias, estaba silenciosa y vuelta hacia sí, como si se escuchase. Antes había estado activa, me había acariciado, y cada caricia me había despertado el cuerpo- los brazos, las manos, las mejillas- como si hasta entonces hubiera dormido y las manos de Mariana lo levantasen de un sueño profundo, y yo había asistido estupefacto a mi propio despertar. Cada nueva vibración era desconocida, y mi ser carnal también lo era. Tenía cuerpo y me servía para vivir. Tímidamente la había, a mi vez, acariciado, y el roce de mis dedos en su frente, en sis párpados, en su cuello, me iba revelando poco a poco la verdad de un cuerpo ajeno, suave,cálido, viviente. Todo lo que mis dedos descubrían era distinto y nuevo, atractivo y perturbador. No era lo mismo una mujer tocada que una mujer vista; era otra cosa, no sé si hermosa o buena, o simplemente terrible. Al verla y al sentirla, antes de haberse cegado mi conciencia, en el instante lúcido en que comprendí lo que buscaba en el cuerpo de Mariana, un relámpago de espanto me estremeció, porque nada de aquello había sido previsto, ni tampoco descrito de modo que la realidad entera del instante, con todo su terror, cupiera en palabras.
No creo que haya en el mundo nada en que un hombre pueda poner más esperanzas, ni que le cause decepción mayor. Porque nunca me he sentido más yo mismo, más encerrado en los límites de mi cuerpo, que en aquellos momentos culminantes. Tenía entre mis brazos a una mujer gimiendo de felicidad, pero de la suya, como yo de la mía. El latido del placer nos había encerrado en nosotros mismos. Sin aquella inmensa comunicación apetecida y no alcanzada, mis brazos terminaban en su cuerpo impenetrable... "
Gonzalo Torrente Ballester ( 1910-1999 )
( Foto de autor desconocido )
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