Quien quiera leer al Chéjov de los Estados Unidos de América, que lea a Cheever. Grande en sus cuentos y trágico en su vida. Acaba de aparecer una soberbia biografía que merece lectura y disfrute largo. La escribe Blake Bailey y casi consigue el premio Pulitzer por un libro admirable y maravillosamente escrito.
" Los cabot tenían dos hijas, Ginebra y Molly. Ginebra era la mayor, y la gente opinaba que era la más bella. Molly fue mi novia un año o cosa así. Era una joven encantadora con una mirada somnolienta que desaparecía rápidamente por influjo de una sonrisa luminosa. Tenía los cabellos de color castaño claro, que reflejaban la luz. Cuando estaba cansada o nerviosa le transpiraba el labio superior.
Por la noche me acercaba a su casa y me sentaba con ella en la sala, sometido a la más intensa vigilancia. Naturalmente, la señora Cabot veía el sexo con un sentimiento de pánico absoluto. Nos vigilaba desde el comedor. Del piso superior llegaban ruidos sordos, intensos y regulares. Era la máquina de remo de Amos Calbot. A veces se nos permitía salir a pasear, con la condición de que no nos apartáramos de las calles principales, y cuando tuve edad suficiente para conducir la llevaba a los bailes del club. Yo era un jovencito intenso, mórbidamente celoso, y cuando me parecía que ella lo pasaba bien con otro me refugiaba en un rincón y pensaba en el suicidio. Recuerdo que una noche la llevé en el automóvil de regreso a la casa de la calle Shore... "
John Cheever ( 1912-1982 )
( Foto de Elliott Erwitt )
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