miércoles, 27 de enero de 2010

EMÉLIA.


Cuando leí " Almas grises" me quedé anonadado; el tiempo pasó sin grisura acompañado de la música de un texto que me resultó distinto y melancólico. Vuelvo a Philippe Claudel y a su nuevo libro, " El informe Brodeck".

" Emélia bailaba ante mis brazos. Bajo los desnudos árboles de enero, a la dorada y brumosa luz de las farolas del parque, decenas de parejas, ebrias de juventud, nos deslizábamos al ritmo de la música de la orquestina resguardada en el quiosco, cuyos miembros arrebujados en pieles , parecían extraños animales. Era el instante que precede al primer beso. Los vertiginosos minutos que conduce a él. Eran otros tiempos. Era antes del caos. Sonaba aquella canción, la canción del primer beso, la canción en la vieja lengua, que había atravesado los siglos como un viajero las fronteras. Una canción de amor vertida en palabras ásperas, la canción de leyenda, la canción de una tarde y de una vida (...) La abracé. Le besé el pelo y la nuca. Le dije al oído que la amaba y siempre la amaría, que estaba allí, para ella, pegado a ella. Tomé su cara entre mis manos y la volví hacia mí. Entonces, vi en sus ojos algo así como la sonrisa de una gran ausente, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas "

Philippe Claudel.

1 comentario:

Ula dijo...

Creo que deberíamos separar el amor del sexo.
La señora del relato no es culpable de no amarlo; ése es un problema que tiene él. ¿Qué culpa tiene ella?