Una carne de monte preparada a la manera antigua, con sabor y color. Después del almuerzo con amigos, de vuelta a casa paso por las calles en las que- cada vez que venía a Córdoba- se perdía Dámaso Alonso. Calles de mancebías, iglesias y tabernas.
" Quevedo es un atormentado : un héroe- es decir,un hombre- moderno. Como tú y como y como yo, lector : con esta misma angustia que nosotros sentimos. Y es en esto, en medio de su época, de una enorme, de una única originalidad. Nada semejante en Garcilaso, ni en Fray Luis, ni en San Juan de la Cruz, ni en Góngora, ni aun en el vital Lope. Garcilaso y Góngora podrán, dentro del cristal de su mundo estético, sentirse desgraciados por el amor ( o hacer que se sientan desgraciados sus personajes ), pero siempre será una melancolía petraquesca, un dolor intrascendente, bien limitado en los cauces de la misma pasión. Fray Luis tendrá el desgarrón doloroso de su vivir en desarmonía, pero el polo armónico existe, se columbra; espera al poeta y aun lanza sobre la inquietud unos efluvios de dulce belleza. San Juan de la cruz es un grito cimero de triunfo, una embriaguez del agua divina ( aunque para la carne sea de noche ) . Y Lope, vario, humano si está mucho más cerca de nosotros, le sentimos como una existencia vitalmente arrebatada- al amor o al dolor- que recibe la vida múltiple, sin problema, sin especulación sobre el sufrimiento (... ) Quevedo, no. Quevedo tiene una congoja que le estalla. Es una preocupación constante por su vivir : punto en el tiempo, con memoria y con una proyección hacia el futuro. La preocupación por su vida, esa consideración de su vida que nunca le abandona, y la representación de este vivir como un anhelo ( "sombra que sucesivo anhela el viento " ), como una angustia continuada... "
Dámaso Alonso ( 1898-1990 )
( Foto de Peter Hujar )
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