viernes, 17 de febrero de 2012
CALIGRAFÍA.
Stefan Zweig es buena compañía para el viernes. Acabo la semana con lectura de cartas y música piadosa.
" Me miraste con asombro. Yo te miré con todas mis fuerzas : "Reconóceme, ¡ reconóceme de una vez ! ", gritaba mi mirada, pero tus ojos me sonrieron cordiales e inconscientes. Me volviste a besar, pero no me reconociste. Me apresuré en llegar a la puerta porque sentía que acudían las lágrimas a mis ojos y no hacía falta que lo vieses. De tan impetuosamente como salí, en el recibidor por poco me choqué con Johann, tu sirviente. Con inmediata consideración y con su timidez característica, se echó hacia atrás, me abrió la puerta de un golpe para dejarme salir y entonces- en aquel segundo, ¿me oyes?- en el único segundo en que miré a aquel hombre envejecido, cuando le miré con los ojos llenos de lágrimas, de repente , se le iluminaron las pupilas. Sólo en un segundo, ¿ me oyes ?, en un segundo aquel viejo me reconoció, él, que no me había visto más desde que era una jovencita. Hubiese podido arrodillarme ante él por haberme reconocido y besarle las manos, pero sólo saqué los billetes de banco que me habías adjudicado y se los di. Estaba temblando y me miró asustado. En aquel único segundo quizá él se acercó más a la verdad que tú en toda tu vida. Todos, todas las personas me han querido, todos han sido buenos conmigo, ¡ sólo tú, sólo tú me has olvidado, sólo tú no me reconociste nunca ! "
Stefan Zweig ( 1881-1942 )
( Foto de Judy Dater )
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