domingo, 26 de enero de 2014

BÁRBOLA SALAS.

 
      Hace tanto tiempo que leí Cantiga de agüero que lo único que recuerdo es que era la época en que se me atragantó el Derecho Procesal, más por el profesor- un cursi insoportable- que por la materia. Así que dediqué algunos días a otras cosas.

     " Bárbola Salas esperaba impacientemente el fin del marido que, chocheante y agónico, se agitaba entre embozos de Cambray a la luz mortecina de la lamparilla del Señor del Gran Poder, que presidía la alcoba. Bárbola Salas, sentada junto al lecho de muerte, soñaba con un largo viaje por Italia, entre dulces mandolinas y el amor de un gondolero bajo la luna. Sus lecturas recientes del romántico trasnochado Nicola Bolzano habían hecho palpitar su cuerpo de mujer insatisfecha que, al borde de la madurez más madura, había perdido aquellos encantos de madona perversa y agobiada, convirtiéndose en señorona ufana en sus redondeces, pero con el corazón enternecido por sentimentalismos quinceañeros.
     Bárbola Salas, la que tuvo bellos ojos malignos y negro pelo hasta la cadera, suspiraba impaciente y grotesca por vivir una historia de amores novelescos.
     En aquel pueblo a orillas del Guadalquivir, entre nardos y adelfas, aguardaba su hora.
    La bruja de la braña de Barondio, aquella noche en que la media luna tenía un cerco de esperanza, rodeada de luceros, tan alta en la noche clara de San Juan, le había profetizado con su voz enronquecida de milenaria diaconisa- ventrílocua desperdiciada por el más fulgurante espectáculo de circo- que viviría el gran amor cuando las canas fuesen corona de plata en su cabeza de reina.
     Bárbola Salas, riente pero con la crédula emoción de los dieciocho años, había obligado a su galán, el hermoso Pelayo Mármol, su primo hermano, a entregar a la vieja un buen puñado de reales… "
     
           Carmen Gómez Ojea.

           ( Foto de autor desconocido )

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