Cada vez que leo los cuentos de Mark van Doren, aparece ella; era de Oregón y estudiaba hispánicas en Sevilla. Nos veíamos en el Parque de María Luisa y me habló de un autor imprescindible; fue por 1983 y quedan hojas de papel que llevan su olor, un olor a espliego y canela.
" Lo que había dicho, noche tras noche, era que según toda evidencia, ya no estaba enamorado de su novia de la niñez. Creía estarlo, seguía diciéndose que lo estaba; nunca se había permitido dudar de eso. Pero a lo largo de toda esa primavera, mucho antes de decir una palabra a Augusto, venía encontrando más atractiva a otras mujeres; imaginaba que eran ellas quienes iban a ser su esposa; en ocasiones, por algún mecanismo que no podía controlar, desbancaba a la anterior, para ser desbancada muy pronto a su vez. Cada chica que veía era más deliciosa que la última, y todas ellas anulaban a Ana. Hasta se había olvidado de su aspecto. No, no era exactamente eso; tampoco hacía comparaciones, en realidad; pero cuando veía una mujer bonita ( y Dios, cuántas había en Nueva York) dejaba, simplemente de pensar en Ana, que estaría en Huntington, esperando el 21 de junio. Más tarde, con esfuerzo, lograba pensar en ella, pero momentáneamente quedaba ciego y aturdido. Se repetía una y otra vez que eso era un verdadero misterio; porque, a pesar de todo, no pasaba nada... "
Mark van Doren ( 1894-1972 )
( Foto de Nina Leen )
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