jueves, 3 de julio de 2008

OSTRAS.





"Reconozco que no resultaba nada fácil, pero intenté enseñarle a tener en su boca la ostra y el líquido, utilizando la lengua a modo de muralla para impedir que el líquido entrara en la garganta...El azar quiso que una pequeña ostra que yo estaba poniendo en los labios de Emilia cayera en su escote. Cuando hizo ademán de recuperarla, reivindiqué mis derechos sobre aquella ostra. Ella cedió y me dejó desatar los cordones de su blusa y permitió que mis labios recuperaran la ostra de las profundidades en las que había caído"


Giacomo Girolamo Casanova ( 1725-1798)


De esta manera tan inocente emprendía Casanova sus juegos eróticos con Amelina y Emilia, buscando entre sus pechos las ostras que se les caían de la boca. Desde siempre se ha asociado a las ostras con Venus, la diosa del amor.

La ostra, Ostra edulis en latín, es un molusco bivalvo, plano o cóncavo, que carece de órganos de locomoción, sus únicos placeres son dormir y comer, y puede que por ello supere los diez años de vida. Su sexualidad y modo de reproducción son excepcionales. Es una consumada hermafrodita, pues pasa de macho a hembra de forma alternativa y sucesiva. Es el alimento que más proteínas contiene y su calidad depende de la profundidad y temperatura de las aguas, cuanto más frías y profundas, mejor.

Los griegos las pescaban en el Helesponto, el mar que Leandro cruzaba de noche a nado para ver a su amada Hero, y se servían de la ostra plana votar en su primitiva democracia. Los romanos las comían por docenas y centenas, hasta 1200 parece que tomó más de una vez el emperador Vitelio, y más de un historiador atribuyó la locura de Calígula al consumo excesivo de ostras con vinagre. Cuando Julio César llegó a Gran Bretaña, lo primero que preguntó fue si había ostras. Al contestársele que sí, comentó que había ido a Gran Bretaña en busca de sus famosas perlas y se encontró con la ostra británica, que se tomaría, siglos más tarde, Samuel Pepys por barriles con sus amigos.

Las ostras, no eran recomendadas en los conventos de frailes por su oculta virtud afrodisíaca y en Francia provocaron una afición desmedida. Balzac solía engullir cien ostras de aperitivo.

Los gastrónomos recomiendan que deben evitarse en los meses sin r, meses en los que, como compensación, los mejillones suelen estar exquisitos. La bebida que mejor las acompaña es el cava o un vino ligeramente afrutado. También consideran que servir menos de una docena puede ofender las normas de la buena educación...
Es tarde y mañana tengo opositores; me iré a dormir con música y recuerdos.

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