martes, 1 de septiembre de 2015

VASILI Y HANNA.


               Mañana de gestiones. Charla en varios puestos del mercado de abastos;  extrañas coincidencias.

                     En la mesa, cosas de un escritor grande.

     " Vasili Timoféyevich tenía la voz suave, los movimientos indecisos. Cuando hablaba con Hanna, ella bajaba los ojos castaños y respondía de una manera apenas audible.
    Después de casarse se volvieron aún más tímidos: él, cincuentón al que los hijos de los vecinos llamaba " abuelo ", se sentía turbado, se avergonzaba de haberse casado con una mujer joven cuando él tenía arrugas, el cabello cano y una incipiente calvicie, de ser feliz por su amor; la miraba susurrando: " Querida mía, mi corazoncito". En otro tiempo, de niña, ella se imaginaba a su futuro marido como una especie de Schors; sería el mejor acordeonista del pueblo y escribiría versos inspirados como Tarás Shevchenko. Pero su dulce corazón había comprendido la fuerza del amor de aquel hombre maduro, desdichado, pobre, tímido, que no había vivido su propia vida sino la de otros… "

      Vasili Grossman ( 1905-1964 )

      ( Foto de Fabrizio Dutto )



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